Por Gerney Ríos González
Belisario Antonio Betancur Cuartas, Decano de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad La Gran Colombia a partir de enero de 1957, fue el trigésimo cuarto Presidente de la República de Colombia del 7 de agosto de 1982 al 7 de agosto de 1986.
Abogado, escritor, periodista, poeta, Belisario Betancur, ejerció la docencia con lujo de detalles en la UGC, con su auspicio le publicó varias obras, contextualizando la situación económica y educativa de la sociedad colombiana; creó la Cátedra del pensamiento Grancolombiano, que le posibilitó conectarse con la juventud y la intelectualidad.
Nació en El Morro de la Paila, Amagá (Antioquia), el 4 de febrero de 1923. Belisario Betancur fue Ministro de Trabajo de 1962 a 1963 y jefe de la Cartera de Educación en 1960; Representante a la Cámara de 1951 a 1953. Igualmente, primer presidente de la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF) en 1974; Embajador de Colombia en España de 1975 a 1978.
En su mandato, el miércoles 13 de noviembre de 1985, el volcán nevado del Ruiz entró en erupción, produciendo una avalancha que hizo desaparecer la ciudad de Armero, emporio agroindustrial y ganadero, considerada la más rica de Colombia, población cosmopolita por excelencia. Desaparecieron más de 30 mil personas. El destino de sus bachilleres han sido las universidades Nacional, Tolima y La Gran Colombia.
En la Cátedra Grancolombiana en marzo de 1957 en las instalaciones de la UGC, comenzó el conferencista Belisario Betancur su exposición planteando un examen de conciencia, realista y severa, en que se entre al fondo del drama de Colombia con la posibilidad que aparezcan rasgos poco tranquilizadores, veredas escondidas que inquieten contradicciones preocupantes.
Continuaba el docente de El Morro de la Paila frente a un público que comenzaba a familiarizarse con su forma de pensar: “A veces el cuadro puede aparecer tomada desde un ángulo intencionado que relieve el signo fugaz e incite a pesimismo, sin mirar el contexto. Los datos están allí, aunque se quiera ignorarlos. No es para pensar que hay un Hiroshima en nuestro futuro, pero los planos trágicos de Alain Resnais en Hiroshima, mon amour no fueron inventados por él sino puestos a su alcance. Ni la soledad o la miseria de una obra del fotógrafo colombiano Guillermo Ángulo han sido inventadas por él, sino halladas en el mapa de Colombia…”.
Sus exposiciones duraban promedio noventa minutos , exponiendo su pensamiento: “Se trata de buscarse con rigor en la propia autenticidad; de buscar el camino por el que discurre el ser grancolombiano; de mirar hacia adentro del territorio y desde dentro, no como forasteros sino como gente que adhiere este claustro universitario, de entre casa; de volvernos sin miedo sobre nosotros mismos para ver si nos conocemos, si reconocemos en lo que somos lo que querríamos ser, lo que podemos ser, lo que debemos ser y hacer el escrutinio de los errores; para advertir en qué ha fallado cada uno. No se trata de vencernos en un diagnóstico fatalista a partir del atraso en que nos movemos y del fácil y cómodo escepticismo sobre nuestra capacidad; ni de convencernos de que vivimos en un mundo maravilloso, poseedores de un dorado que nos resuelve los problemas sin esfuerzo…”.
En otro mes de 1957, pero en el mismo claustro educativo, el decano Betancur Cuartas en foro organizado por el recién graduado de abogacía, abril de 1956, Horacio Gómez Aristizábal y César Montoya Ocampo subrayaba que, “ una de las fallas de los elementos de cultura que se mueven en el ámbito colombiano es la discontinuidad, vacío que sigue a una etapa floreciente en las letras o en las artes, caída en la inseguridad después de un periodo de seguridad, corte de incertidumbre en los propósitos tras la enunciación de una serie de certidumbres. Podría pensarse que tal es la fisonomía de la humanidad tomada como conjunto. Solo que donde suelo y subsuelo de la cultura representan un yacimiento continuo, el eclipse del filón superficiario no significa la extinción del mismo sino su continuidad subterránea; en tanto que para la clase dirigente colombiana el mismo fenómeno expresa un abandonar y retomar de empeños, por la vacilación con que se acerca al potencial humano y la inseguridad con que se prospecta a partir de sus valores” y acto seguido proclamaba, “Mis valerosos discípulos, ustedes deben asumir el reto de producir en el día , estudiar de noche y pensar en grande en los momentos de descanso. Antioquia, el Gran Caldas, la Orinoquia y el Tolima Grande los esperan con su liderazgo y accionar para construir regiones productivas, generadoras de riqueza con sentido social”. Estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional encabezados por Luis Vicente Serrano Silva, Simón Rodríguez Rodríguez y Julio César Torrente Rojas, asistían a las conferencias.
Señalaba el Decano de Derecho de la UGC, Belisario Betancur Cuartas: “cifras de 1956 muestran un 65 por ciento de la población en edad escolar matriculada, lo cual significa que el 35% se quedó sin escuela. Y cuenta que, a pesar de que la explosión demográfica sigue siendo principalmente campesina, la asistencia escolar en el campo representa el 37.7 % de la enseñanza primaria; y solo el 6.7 % de la población rural se matriculó en aquel año frente al 17por ciento de la urbana”.
Referente a estos números un grupo de grancolombianos consideró el hecho como la denegación educativa. Firmante Colombia de la Carta de las Naciones Unidas que establecía que toda persona tiene derecho a recibir educación y de la Declaración de Derechos Humanos en la cual se consagra la gratuitidad de la enseñanza primaria, cuya obligatoriedad por otra parte estaba consignada en la Constitución Nacional de 1886, la sola consideración de que el analfabetismo mantuviera al margen de la cultura grandes núcleos y de que se trataba de un rudimento que tocaba con la dignidad del hombre debería convocar a la comunidad en torno de ese propósito, con prioridad a todo otro problema, consignó en su libreta de apuntes el estudiante Gustavo Pérez Ángel de la Facultad de Economía de La Universidad La Gran Colombia al escuchar detenidamente al profesor Belisario Antonio Betancur Cuartas.
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