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Foto del escritorPRI RADIOTV

La cuádruple “C”

Por : Claudio Ochoa


De nuevo la campaña presidencial y las previas congresionales. Ya estamos presenciando un inicio rutinario, moldeado, de pre presidenciables que suman cerca del medio centenar. De nuevo el cargamento de promesas electorales, esta vez con más problemas a resolver, cada cuatro años aumenta el desorden: reivindicar al campesino, luchar contra la pobreza y la inseguridad, mejorar las vías públicas, brindar dignidad a la mujer, más empleo, llevar educación y comunicaciones a los menos favorecidos, establecer distritos de riego, ingreso digno para los desvalidos, salud para todos, etc., etc.


Vanas promesas, abundante retórica que sigue espantando a los potenciales electores

decepcionados con los sucesivos incumplimientos, o movilizando su voluntad a punta de compra de votos, o primando la elección en cuerpo ajeno, la de padrinos y mafiosos políticos que desde las cárceles (o mansión, o instalación militar por refugio) imponen a su pariente de ADN más parecido.


Mientras en Colombia persistan los actuales cánceres básicos que denominaremos la cuádruple “C”, continuaremos en la decadencia y rumbo al denominado Estado fallido, de manera que cualquier promesa o acción hacia el progreso, por esforzada que sea, o se hará a medias o no arrancará.


LA PRIMERA “C”, LA DE LAS ELECCIONES

Primera “C” que debemos corregir entre todos, la de los Comicios. Ahí comienza el relajo nacional. Comicios interactuantes con otras dos “C”, la “C” de los Corruptos y la “C” de la Coca. Corregir la circunscripción nacional para el Senado, que ha permitido el empoderamiento en favor de los candidatos con mayor poder económico, recogiendo votos por todos los departamentos y en muchos casos dejando por fuera a los propios de tal o cual región. Ocho departamentos no tienen senador, en cambio uno solo cuenta con 8 de estos “honorables”, el Atlántico. Bolívar tiene 6, Córdoba y Santander, cada uno con 5, y Antioquia 11. ¿Concentración?, corrupción?


Lograr que el voto sea obligatorio. Así no habrá plata ni puestos que alcancen para comprar las necesarias conciencias. En cuanto a la compraventa de votos, aplicar, además de la prisión (que no sea la confortable) lo previsto en la Constitución de 1821, la pérdida de calidad de sufragante, “por haber vendido su sufragio o comprado el de otro para sí o para un tercero”.


Listas cerradas, que garanticen responsabilidad de los partidos. Además, alcalde o gobernador que sea retirado o revocado por irregularidades en su elección o desempeño en el cargo, que el partido correspondiente responsable del aval responda económicamente por el costo de la nueva elección.


En cuanto a las elecciones de procurador general y del fiscal general, ¿quitar la primera de las manos del presidente de la República y del Senado (que en últimas definen) para que, como en el caso actual, deje de ser su subalterno? En cuanto al fiscal, nada que ver con la Suprema de Justicia ni con el Presidente. ¿Mejor que sobre estos temas decidan decanos de Derecho de connotadas universidades? ¿Otra opción imparcial?


En cuanto a los magistrados de la Corte Constitucional también acabar con la alianza entre el presidente de la República y Senado para su elección. Los de la Corte suprema en auto elección y los del Consejo de Estado, con la misma facilidad de cooptación. Acabar con estas modalidades, todas con diversos grados de parcialización y buscar otras alternativas para su elección.


LA SEGUNDA “C”, DE COCA

Vamos a la segunda “C”, de la Coca y demás yerbas. Fuente de corrupción en la justicia, en las fuerzas armadas, en la banca, en el ejercicio del derecho, en el comercio, en el empresariado… en donde haya posibilidad de lucir estos dineros provenientes de la ilegalidad. ¿Hasta cuándo Colombia y otros países tercermundistas seguiremos poniendo los muertos y la mala fama? Ya sabemos de los intereses financieros alrededor del tema, desde la banca internacional hasta los vendedores de armas y de contrabandos, por todo el mundo. De los abogados que se lucran copiosamente con sus defensas, y ni hablar de los lavadores de activos, los paraísos fiscales (y otros territorios similares), además de muchos políticos, entre otros beneficiarios de la ilegalidad.


La guerra está perdida contra las drogas no lícitas, pues siempre habrá demanda y ofertas, y estas no dejan de crecer, billones de dólares y de euros en juego. Ya es hora de que Colombia y otras víctimas de la América subdesarrollada, además de naciones de oriente productoras, actuemos unidos para imponer regulación en el negocio, actual fuente mundial de corrupción, desangre financiero para la hacienda pública, inseguridad y muerte. Muchos que actualmente están en la ilegalidad del negocio seguramente se acogerían a un nuevo modelo, empresarial. Los consumidores recibirían un producto menos dañino y tal vez no acudirían a los cien por ciento de

laboratorio. El Estado recibiría nuevos impuestos y mermarían las tentaciones hacia la corrupción.


LA TERCERA “C”, DE CORRUPCIÓN, CORRUPCIÓN

Esta forma de corrupción es la del mal ejemplo, que cunde. Que va bajando desde los altos niveles del Estado y del empresariado estrato 10. Las secuelas por la inmoralidad de los “honorables padres de la Patria” copiada por su círculo íntimo, la impunidad desde los gobernantes de la República, que nutre el ánimo torcido de sus apadrinados y más cercanos, los jueces que imitan a sus magistrados prevaricadores. El clientelismo que inunda con inoperantes la nómina pública.


El mal empresariado, falso empresariado que se apodera de las grandes licitaciones para lucrarse indebidamente con los dineros públicos, o ejecutar a medias los trabajos encomendados. El artesano que engaña a su clientela entregando lo que no es, o de mala calidad. La corrupción que engendran los padres, mediante el mal ejemplo que dan a sus hijos, incluso incitándolos al delito.


El restaurante que cobra a su clientela precios excesivamente elevados o da alimentos en mal estado. El contrabandista y lavador de activos que se vale de tropas de desempleados para vender mercancías ilegalmente ingresadas al país. Los comerciantes que cobran a su clientela un IVA, para luego no declararlo.


En fin, las indebidas prácticas empresariales, profesionales y personales ante las cuales vivimos prevenidos diariamente. Mucho más dañinos que el carterista, raponero o atracador callejero. Lan conocida “delincuencia de cuello blanco” que cada vez nos parece más normal y prácticamente está presente en toda actividad. Corrupción por acción, corrupción por omisión.


LA CUARTA “C”, DE CASTIGO

La “C” que tiene Castigada al promedio de la sociedad, a la gente buena, víctima de las tres “C” anteriores y del no Castigo a la corrupción, a la delincuencia.


Una sociedad que ha terminado en la impunidad, ante la falta de cárceles, pues los recursos para construirlas y mantenerlas se han quedado en el bolsillo de la corrupción. También por leyes y costumbres elaboradas a la medida e interés de sus hacedores, quienes ante la posibilidad de ser cogidos “infraganti” han popularizado recursos como la “mansión, instalaciones militares y hospitales por refugio”. Bueno, también los populares vencimientos de términos, el recurrido “no es peligro para la sociedad” el “cabeza de familia”, los fallos torcidos, etc., etc.


Tanta delincuencia, que cualquier presupuesto y por más personal idóneo que se ponga al frente, la Justicia cada vez está más atrasada, y ni hablar de los buenos policías, desestimulados al apreciar que pierden sus esfuerzos cuando ven nuevamente en la calle a los pillos que sucesivamente capturan y los jueces sueltan.


Hemos perdido el respeto y temor ante las normas, la autoridad y la prisión, mientras crece y crece la impunidad. Que volvamos a la cárcel por igual para todos, vestidos a rayas o color naranja (el hábito hace al monje, delincuente es delincuente). Trabajo carcelario, para que los internos paguen su alimentación. No más trucos para evitar la acción de la Justicia.


Alguno de estos aspectos (cuando menos) debe ser parte de las propuestas y acción de quienes aspiran a presidir el país, o ser sus legisladores. De resto, cuanto digan es paja. ¿Idealismo? Seguro. Pero se trata de opciones para frenar este derrumbe y decadencia total, en donde estamos atrapados. ¿O seguimos en las mismas…hasta que de veras pase algo?

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